Los bloggers compiten por ver quién resulta más listo y pertinente, y, por supuesto, anticipa antes las maniobras de un poder cuyo alcance a todos se nos escapa. De esta guisa escribía Charles Hugh Smith hace unos días una entrada en la que recomendaba a los asesores de Trump permitir que reviente la burbuja económica ahora para buscar una recuperación antes de las elecciones, en lugar de aguantar en el presente a toda costa para que estalle el año que viene cuando el plebiscito esté encima y no haya tiempo de «tomar medidas» 1.
Sí, es cierto que en política encontrar el momento oportuno es más de la mitad del éxito. ¿Pero quién nos dice que si la crisis echara a rodar este mismo otoño habría tiempo para que se percibiera algún tipo de recuperación, siquiera anímica, antes del 3 de noviembre del 2020? ¿Y con qué medidas se puede contar para eso? ¿Con subir un poco los tipos del dinero para tener de nuevo algún margen de reducción luego? ¿Con un sorpresivo acuerdo comercial de Estados Unidos con China que deje a todos contentos, tal como el mismo Smith sugiere?
¿Tan seguros están los americanos de que basta con dar un silbido para que los dirigentes chinos acudan corriendo como el mejor perro de su amo? ¿Estará tan deseoso el gobierno de Beijing de salvar a Trump y asegurarle una segunda reelección? Parece cuando menos dudoso, y en cualquier caso, habría que ver quién estará más necesitado de un trato por entonces. Pero hay aquí algo más que una guerra comercial.
Incluso entre los analistas más optimistas, que ya dan por hecha una crisis «correctiva» pero menos profunda que la del 2008, se barajan periodos mínimos de entorno a dieciocho meses para que se perciba un clima de recuperación. Claro que nadie sabe si realmente nos espera sólo una crisis correctiva, puesto que por otro lado se admite que ahora hay menos margen de medida para los bancos centrales, además de haber peores condiciones para el comercio internacional. Tampoco la deuda se ha reducido, sino que por el contrario ha seguido aumentando —y por su puesto la deuda está en el centro de casi todos los problemas actuales. ¿Entonces?
Y cuando se habla de dieciocho meses, se habla de la recuperación para los ricos. Para la mayoría de la población, la recesión del 2008 nunca terminó. Incluso en los EEUU las cifras reales de paro, tal como se medían antiguamente, pueden superar el 20 por ciento.
Lo más probable es que, tanto en un caso como en otro, Trump se tenga que tragar toda la crisis con patatas fritas en pleno periodo electoral. Y si los mandatarios chinos decidieran la suerte de las elecciones presidenciales americanas simplemente por «negarse a colaborar», y sin el menor viso de injerencia, la humillación del gigante yanqui sería muy curiosa de ver. Pero mejor no adelantarse a los acontecimientos.
Hablando de «interferencias extranjeras» en las elecciones yanquis, hemos asistido durante años a la bochornosa farsa del Russiagate, cuyo utilidad básica, aparte de limitar los movimientos del presidente, consiste en hacer olvidar al pueblo americano la humillante realidad de que el sionismo interfiere en la política de su país entre diez y cien veces más que lo que pueda hacer cualquier otro país, o que altos cargos como Pompeo o Bolton se desempeñan a menudo en otros países como meros emisarios de Israel. Admitir esto sí que sería doloroso para el supuesto orgullo americano. Pero para ocultar lo evidente existen los medios.
De todos modos es hasta degradante ocuparse de quién va a salir en las próximas elecciones vista la casi nula existencia de alternativas. Poco importa a estas alturas si el actual inquilino de la Casa Blanca se declara presidente vitalicio por el interés de la nación, pues tampoco él va a decidir nada, y ya está visto que con las formalidades cada vez hay menos contemplaciones. El presidente es irrelevante, pero las alternativas que maneja la élite también porque prácticamente no existen, y así se aburre hasta el mismísimo Dios, al que tampoco conviene provocar demasiado.
Tal vez no estemos bromeando, pues la ausencia de alternativas crea un vacío realmente peligroso, un abismo de cuya altura, anchura y profundidad nuestros actuales gestores no parecen tener la menor idea. Quién sabe lo que se colará por ese abismo, pero yo en su lugar me preocuparía un poco.
El neoliberalismo ha sido el primero en cargarse los aspectos positivos del mercado, como la capacidad de informar de los precios justos de las cosas. Con unos intereses por los suelos, pero no para todos ni para todo, los precios de muchos valores especulativos se han inflado desmesuradamente, mientras que los de muchas cosas imprescindibles se han despeñado en comparación. Pero si este sistema ha acabado con sus principales virtudes, ¿qué es lo que puede defender?
La explosión de deuda cuyo ciclo acaba ha inflado lo más improductivo y ha obligado hasta el extremo a los sectores más inmediatamente productivos, trabajadores y granjeros.
La deuda china ha subido en la última década tanto como la del dólar y el euro juntos, pero tendría que ser más fácil de enjugar puesto que se supone que, con el permiso de la banca en la sombra, el principal tenedor es el estado y no los bancos públicos.
No preguntes qué día es mejor para romperte la crisma; todos son malos, especialmente si ni siquiera hay un médico que sepa cómo arreglarlo. Andar con los tipos de interés a estas alturas es propio de curanderos que ya han demostrado sobradamente su ineptitud; no hay que esperar más de ellos.
Hasta el actual gobernador del Banco de Inglaterra, Mark Carney, otro ex de Goldman Sachs que no dejaba de mofarse de las criptodivisas, ha hablado recientemente en Jackson Hole y al lado del mismísmo presidente de la Fed del fin de la hegemonía del dólar y de la urgencia de una criptomoneda para los bancos centrales 2. Este es el momento para romper con el viciado sistema de dinero-deuda y reserva fraccional. No deberíamos esperar a que nos encuentren soluciones, pues si lo permitimos, será siempre a favor de los que ya han abusado hasta el límite hasta el día de hoy. ¿Qué podríamos esperar de eso?
Al estado actual en la creación del dinero por los bancos se ha llegado tanto por dejación como por usurpación; hoy ambas cosas son inadmisibles.
Los requisitos del dinero soberano son en general infinitamente más sencillos que el indescriptible amaño del tinglado actual, y su simplicidad será siempre la salvaguardia de su rectitud y su equidad.
Notas
1 Charles Hugh Smith, Dear Trump Advisors: Prop the Market Up Now and Lose in 2020, or Let the Market Crash and Win in 2020, https://www.oftwominds.com/blogaug19/prop-up-lose8-19.html h
2 Philip Inman, The Guardian, Mark Carney: dollar is too dominant and could be replaced by digital currency, https://www.theguardian.com/businesshttps://www.theguardian.com/business/2019/aug/23/mark-carney-dollar-dominant-replaced-digital-currency