En su espléndido libro sobre la Matemática de la Armonía, Alexey Stakhov dedica una sección a la teoría matemática de la decisión e interacción estratégica de Vladimir Lefebvre, que a diferencia de otros desarrollos en este área como la tan promocionada teoría de juegos, incluye un intrínseco componente conductual y moral [62].
Todo parte de la observación de que, si a alguien se le pide que separe alubias verdes buenas y malas en dos montones, la probabilidad del número final de alubias no se reparte en una proporción 50%—50%, sino en una 62%-38% a favor de las consideradas buenas.
Según Lefebvre, lo que hay al fondo de esta percepción asimétrica es una triple gradación de implicaciones lógicas definibles dentro de una lógica binaria o álgebra booleana:
A [a0conciencia→a1reflexión→a2intención]
siendo la conciencia el campo primario, la reflexión el secundario y la intención una reflexión de segundo orden.
Dentro de esta estructura de la reflexión humana, la evaluación personal de la conducta comporta, por implicación lógica, una autoimagen:
A= a0a1a2 ; A=(a2→ a1)→ a0.
La tabla de verdad subsiguiente nos da una secuencia asimétrica de 8 posibles valores, con 5 con una estimación positiva y 3 con una negativa. Naturalmente, 8, 5 y 3 son números adyacentes de la serie de Fibonacci.
Lo extraordinario del marco lógico de cognición ética creado por Lefebvre es que, sin que él mismo parezca haberlo notado, permite una interpretación completamente moderna del Libro de los Cambios sin desvirtuar su índole sapiencial y moral. No es algo que aquí vayamos a probar, pero dada la profunda influencia del Yi Jing en la historia de la cultura china, sería del máximo interés buscar la correspondencia rigurosa entre ambas visiones.

Sin duda el marco de Lefebvre está más formalizado, y más enfocado en la imagen que el individuo o agente tiene de sí mismo, que en la situación o coyuntura, como es el caso del Yi Jing; en realidad podríamos decir que la formalización de Lefebvre es un límite booleano y mensurable para interacciones con el menor número de individuos, pero aún así la correspondencia se mantiene intacta y se puede llevar a grados mucho más amplios e impersonales de implicación, y por tanto, de comprensión.
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Stakhov le dedica a continuación un apartado al análisis técnico bursátil de ondas de Elliott, que como se sabe también se fundan en las series de Fibonacci. El alcance teórico de las ondas de Elliott es, en el mejor de los casos, limitado, por más que su modalidad de análisis fractal pueda aplicarse a discreción. Pero aquí quería apuntar a una cuestión metodológica mucho más profunda.
El modelo de Lefebvre nos muestra que estas series tienen, o al menos admiten, un componente reflexivo —de hecho su trabajo se ha calificado como una teoría reflexiva de la psicología social. Y ese componente reflexivo es justamente lo que más se echa en falta en el modelo de Elliott. Existe también una teoría reflexiva de la economía y el mercado, con ciclos de feedback positivos y negativos; esta teoría no carece de mérito, si la comparamos por ejemplo con la hipótesis del mercado eficiente, que, aun si no fuera falsa, siempre será incapaz de decirnos nada. Además, la teoría reflexiva no afecta sólo a los precios, sino también a los fundamentos de la economía.
La reflexividad económica es un modelo de autointeracción, como lo es también de autoimagen, y nunca se podrá prescindir de ese decisivo elemento en los asuntos humanos, aunque sea imposible de cuantificar. ¿Pero qué ocurre cuando la autointeracción atraviesa la conducta de los sistemas naturales? Pensemos por ejemplo en el caso del análisis del pulso que hemos mencionado, que es un modelo clarísimo de autointeracción, y que, como bonus, tiende a ratios áureas en el ritmo y la presión. Pero está claro que en los sistemas sociales la reflexividad pasa por el conocimiento de una situación externa, mientras que en un sistema orgánico la reflexividad es una pura cuestión de acción.
¿Cuánto espacio le deja un tipo de reflexividad a la otra? ¿Hasta dónde puede manipularse la percepción de los mercados? Hoy vemos además que los bancos centrales intervienen sin el menor disimulo en los precios, inyectando dinero a discreción y convirtiéndose en guardianes de las burbujas financieras. Pues bien, el análisis del pulso, la transformación de sus modalidades, y el estudio de los límites de la manipulación consciente a través del biofeedback nos están dando lo más cercano que hay a un marco cualitativo para estudiar ese inasible problema. Y si, además de las implicaciones cuantitativas que todo esto ya tiene, se desean métodos más intensivos, también es posible aplicar a los flujos monetarios modelos con CPUs como el de la realimentación triangular de flujo-eficiencia-tamaño que comentábamos anteriormente.
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En El álgebra de la conciencia Lefebvre hacía un análisis comparativo del contexto ético estadounidense y soviético dentro del marco de confrontación de la guerra fría [63]. El sistema W del mundo occidental cree que el compromiso entre el bien y el mal es malo, y que la confrontación entre el bien y el mal es buena. El sistema S del mundo soviético, por el contrario, creía que el compromiso entre el bien y el mal es bueno y la confrontación entre el bien y el mal es mala —lo que no dice Lefebvre, porque va más allá de su análisis formal, es que el afán de confrontación del sistema W no se basaba en ninguna idiosincrasia moral sino en la imprescindible expectativa de seguir creciendo; del mismo modo que el deseo de evitar la confrontación del sistema S se basaba en su miedo a desaparecer.
En cualquier caso, de las opciones e implicaciones entre el compromiso y la confrontación surgen cuatro actitudes básicas, la del santo, el héroe, el filisteo y el hipócrita: el santo lleva al máximo el sufrimiento y la culpa; el filisteo quiere disminuir el sufrimiento pero puede sentir una aguda culpa; el héroe minimiza su culpa pero no su sufrimiento; y el hipócrita minimiza el sufrimiento y la culpa.
Podríamos haber creado 8 tipos en lugar de 4, en consonancia o disonancia con otros 8 escenarios o tropismos naturales, con dos implicaciones binarias más de tercer grado o una única de sexto grado. La lógica y el cálculo sirven para ascender esta escalera y la comprensión empieza donde acaba el cálculo. Así, la razón áurea nos mostraría de forma muy directa su rol de mediador entre lo discreto y lo continuo, lo digital y lo analógico.
En realidad tenemos aquí un insospechado Centauro, a saber, un punto medio entre la lógica formal binaria y la lógica dialéctica entendida a la manera de Hegel. Pero la prueba de que se trata de algo genuino, y no una mezcla arbitraria, es que incorpora «de fábrica» una asimetría que es un rasgo inequívoco de la naturaleza. Podríamos llamarlo una lógica asimétrica de la implicación.
Se ha dicho que la teoría de Lefebvre fue usada a los más altos niveles de negociación durante el colapso de la Unión Soviética; y aquí no entraremos a juzgar qué rol positivo o negativo pudo tener, y para quién. En cualquier caso su marco sólo abarca a dos agentes, y no al escenario o coyuntura que puede disponer de ellos. El marco del Yi Jing puede servir no sólo para ver cómo uno se ve en el mundo, sino también para ver cómo el mundo lo percibe a uno; a fin de cuentas se trata de ilusiones paralelas. Se diría que la percepción asimétrica forma parte de la misma realidad; una doble asimetría abraza mejor las implicaciones y el eje inadvertido de su dinamismo.
Sin duda se podría hacer un gran juego de mesa o de salón con estos argumentos. Más interés tiene, sin embargo, el estudio de la conciencia moral o social por el análisis de sus implicaciones. Y mayor interés aún tiene el tomar conciencia de cómo se interpenetran la coyuntura externa, para la que siempre buscamos imagen, con la cambiante imagen que nos hacemos de nosotros mismos, formando ambos un mapa momentáneo de nuestra situación y conciencia.
Es de suponer que Lefebvre conoce el texto del Yi Jing; sin embargo es evidente que la línea de sus razonamientos es del todo independiente del clásico chino y ha llegado a su «sistema posicional» de la conciencia moral partiendo de la tradición lógica y matemática occidental. Le hubiera bastado con ver por un segundo el Taijitu con la razón áurea entre el yin y el yang para que la chispa saltara en su mente. En los próximos años podemos asistir a otras muchas conmixtiones de este género inducidas por un cambio de contexto.