
Si la matemática, la física, las teorías de la complejidad y las ciencias de la computación continuaran expandiéndose y fecundándose mutuamente al mismo ritmo que hoy durante mil años, aún seguirían sin dar con una clave propia para la morfología; y si lo hicieran durante dos mil años tampoco. Tal vez eso pueda dar cierta de su valor, aunque todos sabemos que no se encuentra nada sin buscarlo activamente. Esa es la cuestión: las ciencias mencionadas tienen ya su propio impulso e inercia que nada puede cambiar, sólo una creación de una nueva ciencia desde cero podría superar sin obstrucciones las deficiencias de sus predecesoras.
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