TARDE DE DOMINGO

Siempre tenemos intimaciones a la medida de nuestra capacidad, aunque las descuidemos en beneficio de otras monedas más canjeables y mundanas. Cuando era niño temía las tardes de domingo; algo en mí percibía la insondable grisura y mediocridad del mundo de los mayores, su torpe huída del aburrimiento. Pero nunca estuve reñido con el gris soñador del asfalto ni con los inverosímiles árboles que lo atraviesan, y ahora entiendo que aquel malestar venía más que nada de no poder disponer del tiempo propio, pues quien dispone de él siempre encuentra formas de engañarse. Con los años la tarde del domingo ha llegado a ser el momento que más aprecio de la semana, y aunque pocas veces lo honro como quisiera, aún sigue abriendo en mi ánimo una ventana fuera de la rueda de la repetición.

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Oso constante, roca oscilante

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«Lego el movimiento del Oso Constante a los ancianos, a los enfermos y a los débiles. Es un ejercicio maravilloso y tradicional que es a la vez simple y fácil. También puede usarse para la autodefensa hasta una edad avanzada. Todo esto se obtiene fácilmente. Aunque mi explicación es corta y simple, si entiendes sus principios y practicas con perseverancia, después de tan solo cien días de mover tu chi, notarás una marcada mejoría en tu salud y fuerza y ya no tendrás que preocuparte por la enfermedad. Es verdaderamente una «balsa sagrada» para fortalecer nuestros cuerpos y no admite comparación con otros ejercicios más conocidos pero inferiores» 1.

Estas eran las palabras con las que Cheng Man Ching confiaba a la posteridad lo que él consideraba como la más concentrada síntesis posible de los principios del Tai Chi Chuan: el ejercicio del Oso Constante. ¿Eran demasiado altas sus expectativas?

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